Henry
David Thoreau nació el 12 de julio de 1817, en Concord (Massachusetts). Es
recordado por ser autor de ensayos, poemas y conferencias; y también por haber
dedicado muchos de sus textos a criticar las inconsistencias del naciente
Estado norteamericano, encabezado por hombres que, a la vez que señalaban a
América como la tierra de la libertad, mantenían vigente la esclavitud y no
tenían ningún reparo en invadir a países vecinos (como lo fue en el caso de
México, entre 1846 y 1848). Aunque más que sólo criticar la política y los
políticos de su tiempo, Thoreau es reconocido como defensor del derecho a
pensar por sí mismo. En este sentido, otorga un valor supremo a la conciencia
de cada individuo, elevándola por encima de los principios establecidos por las
leyes. Así lo afirma en Desobediencia
Civil, su texto más conocido, “creo que debiéramos ser hombres primero y
ciudadanos después. Lo deseable no es cultivar el respeto por la ley, sino por
la justicia. La única obligación que tengo derecho a asumir es la de hacer en
cada momento lo que crea justo.”
El
libro que aquí reseñamos está compuesto por cuatro ensayos. El orden en el que
se presentan no es cronológico, sino que obedece, más bien, a un orden lógico.
El primero de los ensayos, Una vida sin
principios, puede verse como una declaración de principios o actitudes
éticas fundamentales, que se verán desarrolladas a lo largo de los tres ensayos
restantes, Desobediencia Civil, La esclavitud en Massachusetts y Apología del Capitán Brown.
El
primer ensayo, Una vida sin principios,
pese a la importancia que tienen a la hora de reconocer las bases fundamentales
del pensamiento de Thoreau, no es el más conocido. Fue publicado por primera
vez en el Atlantic Monthly, en
octubre de 1863, a poco más de un año de la muerte del autor. Aquí, el tema
central que lo ocupa es la preocupación en torno al modo y la forma como se nos
va la vida. En relación a esto, podemos leer en este ensayo afirmaciones como:
“Los caminos por los que se consigue dinero, casi sin excepción, nos
empequeñecen. Haber hecho algo por lo que tan
solo se percibe dinero es haber sido un auténtico holgazán o peor aún.” “No
contrates a un hombre que te hace el trabajo por dinero, sino a aquél que lo
hace porque le gusta.” “Un hombre eficiente y valioso hace lo que sabe hacer,
tanto si la comunidad le paga por ello como si no le paga.” “Si tuviera que
vender mis mañanas y mis tardes a la sociedad, como hace la mayoría, estoy
seguro de que no me quedaría nada por lo que vivir.” “No hay mayor equivocación
que consumir la mayor parte de la vida en ganarse el sustento. […] Debéis
ganaros la vida amando.” “Deberíamos tratar nuestras mentes, es decir, a
nosotros mismos, como a niños inocentes e ingenuos y ser nuestros propios
guardianes, y tener cuidado de prestar atención sólo a los objetos y los temas
que merezcan la pena. No leáis el Times,
leed el Eternidades.”
El
segundo ensayo presente en este libro, La
desobediencia civil (también conocido como “Sobre el deber de la
desobediencia civil”) vio por primera vez la luz en las páginas del Aesthetic Papers, en mayo de 1849. Es
éste el escrito más conocido e influyente de Thoreau, tanto que hasta el mismo
Gandhi, en carta al presidente F. D. Roosevel, confiesa que ha logrado
influenciar su pensamiento. Fue escrito en un momento en el que Estados Unidos
estaba en guerra con México; una guerra que no sólo traería como resultado la
anexión de vastos territorios otrora mexicanos, sino que le permitiría a
Thoreau poner en evidencia las inconsistencias entre los ideales de la
Declaración de Independencia y la Constitución de los Estados Unidos, y las
prácticas del gobierno y los ciudadanos de la Unión Americana. Es así que
afirma: “Miles de personas están, en
teoría, en contra de la esclavitud y la guerra, pero de hecho no hacen nada
por acabar con ellas; miles que se consideran hijos de Washington y Franklin,
se sientan con las manos en los bolsillos y dicen que no saben qué hacer, y no
hacen nada; miles que incluso posponen la cuestión de la libertad a la cuestión
del mercado libre y leen en silencio las listas de precios y las noticias del
frente de Méjico tras la cena, e incluso caen dormidos sobre ambos. ¿Cuál es el
valor de un hombre honrado y de un patriota hoy? Dudan y se lamentan y a veces
redactan escritos, pero no hacen nada serio y eficaz. Esperarán con la mayor
disposición a que otros remedien el mal, para poder dejar de lamentarse. Como
mucho, depositan un simple voto y hacen un leve signo de aprobación y una
aclamación a la justicia al pasar por su lado. Por cada hombre virtuoso, hay
novecientos noventa y nueve que alardean de serlo, y es más fácil tratar con el
auténtico poseedor de una cosa que con los que pretenden tenerla.”
Es
precisamente esta inconsistencia e incoherencia entre principios y prácticas,
sobre la que Thoreau basa buena parte de su argumentación a favor de la
desobediencia civil: “Bajo un gobierno como este nuestro, muchos creen que
deben esperar hasta convencer a la mayoría de la necesidad de alterarlo. […] Lo
que tengo que hacer es asegurarme de que no me presto a hacer el daño que yo
mismo condeno.” Más adelante añade: “Si mil hombres dejaran de pagar sus impuestos
este año, tal medida no sería ni violenta ni cruel, mientras que si los pagan,
se capacita al Estado para cometer actos de violencia y derramar la sangre de
los inocentes. Esta es la definición de una revolución pacífica, si tal es
posible.” Y concluye: “Me complazco imaginándome un Estado que por fin sea
justo con todos los hombres y trate a cada individuo con el respeto de un
amigo. Que no juzgue contrario a su propia estabilidad el que haya personas que
vivan fuera de él, sin interferir con él ni acogerse a él, tan solo cumpliendo
con sus deberes de vecino y amigo. Un Estado que diera este fruto y permitiera
a sus ciudadanos desligarse de él al lograr la madurez, prepararía el camino
para otro Estado más perfecto y glorioso aún, el cual también imagino a veces,
pero todavía no he vislumbrado por ninguna parte.”
En
los dos ensayos restantes (La esclavitud
en MassachusettsLa esclavitud en Massachusetts y Apología del capitán John Brown)
Thoreau habla de la necesidad de una ampliación efectiva de los derechos
fundamentales e inalienables consagrados desde la Declaración de Independencia.
Fundamenta su ataque a la esclavitud a partir de la exigencia de respeto por la
dignidad de cada persona humana, independientemente de su condición. Así mismo,
Thoreau se indigna ante los atropellos y abusos de los políticos en el poder y
de los jueces de los altos tribunales, así como ante el servilismo de los
periódicos frente a los gobiernos de turno. Y su reclamo, más que recurrir a
argumentos políticos o económicos, apela a la igualdad entre seres humanos:
“Quisiera recordarles a mis compatriotas que ante todo deben ser hombres, y
americanos después, cuando así lo convenga. No importa lo valiosa que sea la
ley para proteger las propiedades e incluso para mantener unidos el cuerpo y el
alma, si no nos mantiene unidos a toda la humanidad.”
A
pesar de que los ensayos que componen este libro fueron escritos hace poco más
de siglo y medio, su vigencia se mantiene. Son textos que nos suenan aún
familiares, cercanos, parte incluso de nuestras ideas. Textos cuyo contexto
histórico nos permite percibir la valentía y la sensatez de una persona capaz
de ver más allá de los destellos de la deslumbrante promesa de vivir en el país
de la Libertad. Son también una invitación a escuchar nuestras propias
conciencias, a observar el mundo con nuestros propios ojos y no a través de lo
que los demás quieran que veamos. Son, en fin, un camino que nos conduce a
nuestra libertad, con toda la responsabilidad que ello implica, como seres
humanos, más allá de las diferencias, las ambiciones y los prejuicios que nos
separan y que nos impiden constituirnos como una comunidad verdaderamente
humana.
THOREAU, Henry
D., Desobediencia civil y otros escritos.
Madrid, Editorial Tecnos S.A., 1994 [1849-1863]. Estudio preliminar y notas
de Juan José Coy. Traducción de Marián Eugenia Díaz. 152 págs.
Por:
Juan Camilo Biermann
Historiador
de la Casa de la Historia
Junio
de 2013
Excelente reseña, muchas gracias Casa de la historia !!
ResponderEliminarExcelente, muchas gracias. Sin embargo, el término correcto en castellano es "estadounidense(s)" en lugar de "americano(s)".
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