lunes, 8 de abril de 2013

JORGE ELIÉCER GAITÁN Y LOS USOS DE LA MEMORIA


JORGE ELIÉCER GAITÁN Y LOS USOS DE LA MEMORIA

                                       
 Hay una vieja canción de Joan Manuel Serrat basada en un poema de Antonio Machado, llamada “La saeta”, que pone en voz de los gitanos de España el lamento: “No eres tú mi cantar. No puedo cantar ni quiero a ese Jesús del madero, sino al que anduvo en la mar”. Creo que se puede decir algo muy similar sobre la memoria del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, pues desde su asesinato el 9 de abril de 1948 se ha recordado más su sacrificio y los desórdenes que le siguieron que el pensamiento y obra de quien participó activamente durante más de veinte años de la vida política nacional.
Hay que recordar que Jorge Eliécer Gaitán no fue solamente un candidato presidencial asesinado, sino un político que en su corta vida alcanzó a ocupar posiciones tan importantes como representante a la Cámara, ministro de Educación, ministro de Trabajo, magistrado de la Corte Suprema de Justicia y alcalde de Bogotá. Durante su ejercicio en estas entidades, Gaitán alcanzó a introducir innovaciones administrativas y a poner sobre el tapete temas inéditos en la administración nacional. En 1929, por ejemplo, mientras era representante a la Cámara, adelantó el primer debate nacional sobre el incidente de “la masacre de las bananeras”, ocurrido en diciembre del año anterior, y en él denunció la gravedad de la represión militar en el departamento del Magdalena a la huelga de trabajadores del banano. El incidente de la masacre de los trabajadores, que posteriormente inmortalizaría Gabriel García Márquez en Cien años de soledad, fue difundido en un primer momento por la voz portentosa y la oratoria ardiente del joven liberal en el recinto del Congreso de la República en el mes de septiembre de ese año.      

 Poco después, cuando fue ministro de Educación, Gaitán defendió la propuesta de comedores escolares para los estudiantes del país, y como alcalde de Bogotá ordenó campañas de higiene entre la población, como el uso obligatorio de zapatos o el uso de uniformes limpios para los empleados públicos. Estas medidas se tradujeron en una mejora en la calidad de vida de miles de niños y la dignificación y salud de los trabajadores distritales. También en su posición de alcalde de la capital, Gaitán alcanzó a inaugurar la primera Feria del Libro de Bogotá (Gaitán fue hijo de una maestra de escuela y de un librero), evento que se ha venido realizando hasta el día de hoy, precisamente en el mismo mes que el del magnicidio del líder, sin que muchas veces se ponga en evidencia la relación existente entre ambos sucesos. 

Aunque no hubiera sido desde un cargo público, Jorge Eliécer Gaitán también cambió para siempre la política colombiana en su papel de candidato en las campañas presidenciales para las elecciones de 1946 y 1950. En primer lugar, fue uno de los primeros que puso en boca de los hombres de gobierno el tema de la reivindicación y protección de las clases populares. Para ese momento América Latina bullía con la nueva fuerza de las clases trabajadoras y campesinas que se levantaban para exigir un papel protagónico en la sociedad. El aumento de la población y la migración de buena parte de esta del campo a la ciudad para trabajar en las emergentes industrias que se montaban en América del Sur hicieron que surgiera una gran masa urbana que se apoyaba en líderes populistas como Juan Domingo Perón, en Argentina y Lázaro Cárdenas, en México, quienes defendían el nacionalismo y la vida digna para todos. En Colombia, Jorge Eliécer Gaitán fue el líder en sintonía con este fenómeno continental y, aunque no tuvo la oportunidad de poner en práctica los proyectos que contemplaba para las clases desfavorecidas, su constante alusión al pueblo raso, por encima de los partidos Liberal y Conservador, introdujo una nueva retórica de carácter social en los discursos políticos de la segunda mitad del siglo XX, a pesar de que muchas veces esa orientación se convirtiera en demagogia vacía en la voz de otros candidatos.

Otro cambio radical en las costumbres políticas de Colombia asociadas a las campañas gaitanistas fue la aparición de la pasión y de los temas de la vida cotidiana en los asuntos tratados en sus discursos. Colombia venía desde 1886 en una tradición de índole conservadora donde la norma era que los presidentes y estadistas se dedicaran al cultivo de las letras, la gramática y la poesía, y se debatieran los temas de interés nacional en ámbitos cerrados en la capital de la República, sin representantes del pueblo ni referencias a los temas de interés del país real. En los discursos de Gaitán, por el contrario, los problemas de cada familia para alimentar a sus hijos reemplazaron las referencias a la Biblia, y los estentóreos gritos  “¡por la restauración moral, a la carga!” desplazaron los latinajos y alusiones al pasado greco-romano. En su voz, los temas concretos eran más importantes que las alusiones abstractas a la política teórica. Gaitán modernizó la retórica política colombiana y desde entonces, ya sea con sinceridad o hipocresía, los hombres de Estado se han referido constantemente a los asuntos de interés popular en sus alocuciones e intervenciones mediáticas.
 Lastimosamente, la brillante carrera de Jorge Eliécer Gaitán fue destruida violentamente el 9 de abril de 1948, cuando se proyectaba como el favorito para ganar las elecciones presidenciales de 1950. El día de su muerte se desató en todo el país la rabia de un pueblo que sintió truncadas sus esperanzas una vez más. Por eso es en cierta medida incorrecto seguir hablando del “Bogotazo” para recordar ese día, pues no fue solo en Bogotá que se presentaron incidentes en contra del gobierno conservador. El 9 de abril de 1948 no hubo únicamente una revuelta popular descontrolada sino un auténtico intento de revolución. En lugares como Barrancabermeja, por ejemplo, se estableció durante más de una semana un autodenominado “poder popular” que tomó el poder en nombre de su caudillo caído y en muchos pueblos y ciudades del país se organizaron batallones de carácter revolucionario. Como se sabe, este levantamiento no alcanzó a derrotar al conservatismo en el poder, pero se puede considerar como un momento histórico del alcance e importancia de la revolución de los Comuneros de 1781 o de la Junta Popular de Santafé que se conformó, paralelamente a la Junta Suprema, el 20 de julio de 1810. También es inexacto pensar que ese día aciago la mayor parte de Bogotá fue destruida por las muchedumbres liberales. Sin duda hubo destrozos considerables cerca del lugar del homicidio, pero con el tiempo se ha comprobado que muchos edificios solo sufrieron daños superficiales pero fueron poco después demolidos para adelantar procesos de renovación urbana en la ciudad, aduciendo supuestos daños irreparables causados por el “Bogotazo”.
Pero lo más triste de la memoria del 9 de abril es que se haya tomado como la única fecha conveniente para  recordar a Jorge Eliécer Gaitán. Se diría casi que se le quiere recordar como un muerto y no como un vivo. Nunca es tarde para cambiar esta costumbre y empezar a recordar a Jorge Eliécer Gaitán como lo que fue: un hombre que vivió, propuso y logró algunos cambios invaluables en la política del país, y cuya voz e ideas siguen teniendo eco 65 años después de su muerte.
Si desea escuchar algunos fragmentos de los discursos de Jorge Eliécer Gaitán, puede hacerlo en
          
Por: Nicolás Pernett. Historiador.