El Apartheid, que en lengua
afrikáans significa "separación", fue un sistema de segregación
racial que afectó a la población negra de Sudáfrica desde 1948, cuando el
Partido Nacional lo impuso como política oficial. Este sistema, que marginó a
la mayor parte de la población sudafricana y la mantuvo en condiciones de
miseria, se prolongó hasta 1990. La presión internacional y los movimientos
internos de resistencia condujeron a su desmantelamiento y al posterior proceso
de transición a la democracia,
impulsados por el luchador social Nelson Mandela.
Sudáfrica había sido colonizada por blancos
desde el siglo XVII, cuando llegaron los primeros inmigrantes holandeses. En el
siglo XIX se convirtió en colonia británica tras el triunfo de los ingleses en
esta zona. En 1910 Sudáfrica obtuvo autonomía limitada. Con ello inició un
período en que ingleses y Boers (los descendientes de holandeses) compartieron
el poder. Ambos velaron por el mantenimiento y consolidación de la hegemonía
blanca. El racismo como manifestación de poder y superioridad, era desde hacía
mucho tiempo una práctica habitual de la minoría blanca sudafricana. La
legalización del Apartheid dividió profundamente a la sociedad. De su
institucionalización surgió una estricta reglamentación que reducía al mínimo
el contacto entre las razas, restringiendo a los negros la entrada y salida de
las ciudades, su tránsito y movilidad en
ellas y los lugares u oficinas públicas a donde podían entrar. Jurídicamente,
el Apartheid prohibía a los negros la tenencia de tierras en zonas
residenciales de blancos, así como el ejercicio de profesiones o la apertura de
negocios que representaran competencia o que se instalaran igualmente en lugares restringidos. Los negros tampoco
podían votar ni ser elegidos para puestos públicos. Sus derechos eran limitados
y desde 1959 no eran reconocidos como ciudadanos sudafricanos.
En 1960 en Sharpeville, tuvo lugar la primera
gran manifestación en contra del Apartheid, que concluyó con la matanza de al
menos 69 personas. A partir de ese momento, la lucha por los derechos de los
sudafricanos, la caída del Apartheid y la democracia se convirtieron en los
objetivos fundamentales para líderes como Nelson Mandela, quien pasó 27 años en
prisión por su abierta oposición al régimen racista. Por otro lado, la opinión
pública internacional comenzó a presionar y a censurar al gobierno sudafricano
por sus acciones. En 1961 Sudáfrica fue expulsada de la Commonwealth. En 1972 se
le excluyó de los Juegos Olímpicos de Múnich y, en 1977, el régimen sudafricano
fue oficialmente condenado por la comunidad occidental y castigado con un
embargo de armas y material militar. En 1985 la ONU convocó a un embargo
económico al que se sumaron muchos países que incluso retiraron sus empresas e
inversiones de Sudáfrica. Todo esto provocó una grave crisis que llevó a la
intensificación de los disturbios civiles y obligó a las autoridades
sudafricanas a aplicar algunas reformas. En 1989, Frederik de Klerk asumió la
presidencia y, sin más alternativa, inició el desmantelamiento del Apartheid.
Mandela fue liberado y llamado a jugar un rol fundamental debido al peso de su
figura y su poder de convocatoria. En 1994 participó como candidato a la presidencia,
cargo que obtuvo por mayoría absoluta. Con él, la población negra recuperó sus
derechos civiles y políticos y Sudáfrica se convirtió en una República
multirracial que busca convivir en el respeto por la diversidad de los pueblos
que la conforman, por lo que se le ha llamado desde entonces la nación del
arcoíris.
Casa de la Historia
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