Por: Hist. Luz de María Muñoz.
El 12 de Octubre, día en que por toda Latinoamérica recordamos la
llegada de Cristóbal Colón a nuestro continente, resulta ser un pretexto ideal
para reflexionar sobre varios aspectos de nuestra identidad. A pesar del tiempo
y de los avatares de las naciones latinoamericanas, sigue siendo pertinente
preguntarnos ¿quiénes somos?
Somos latinos, somos mestizos y compartimos a lo largo y ancho de
nuestra inmensa tierra patrones culturales y herencias milenarias que muy a
menudo pasamos por alto o pretendemos ignorar. En América Latina somos también
diversos y la fuente de nuestro mestizaje no fue solamente resultado del
encuentro entre los españoles y los indígenas, pues no debemos olvidar que si
nuestra realidad está llena de ritmos y colores es también gracias a la
presencia africana.
La génesis de nuestro ser diverso y único; exuberante y parco está
situado en ese lejano momento cuando las naves del almirante avistaron tierra
firme en 1492. Lo que siguió a ese momento fue un parto doloroso y lento. El
encontronazo de las antiguas grandes civilizaciones azteca e inca contra el
ataque español retumba todavía entre nosotros como la onda expansiva de una
gran explosión. Sus consecuencias aún nos conflictuan y al cuestionarnos sobre
quiénes somos, todavía miramos con inercia irresistible hacia Europa, hacia el pasado indígena, hacia África… buscamos
la explicación y las razones en la distancia, en el tiempo, en lontananza pero
¿y si estuviera dentro de nosotros mismos?
Muchas veces hemos sentido que los sistemas políticos y económicos
en los que nuestras naciones se aventuraron una vez que lograron la
independencia fueron como un vestido que quedaba mal puesto y apretado. El
convulso siglo XIX dio cuenta de ello. Luego vino el siglo XX con su vorágine
de industrialización y desarrollo, crecimiento demográfico y dinámicas
económicas mundiales que no daban tregua. América, simultáneamente joven y
vieja, como la llama William Ospina, se esforzaba en una loca carrera por
alcanzar sueños capitalistas que se truncaban cada vez ante las crisis, las
revoluciones, los golpes de estado, la burocracia, las guerrillas… Hoy
enfrentamos nuevos retos, América Latina es la esperanza económica y el lugar
hacia donde giran los reflectores internacionales en vista de la crisis por la
que atraviesa el viejo continente. Y estamos ansiosos: Brasil, Colombia,
México, calientan motores para arrancar con nuevo impulso hacia la conquista
del auge económico en medio de la coyuntura política que representa el
debilitamiento de las grandes potencias mundiales. Sin embargo, los múltiples
pendientes sociales dificultan el despegue.
Cabría hacer entonces una pequeña pausareflexiva para mirar y para
escuchar qué nos dicen esos conflictos no resueltos, esa resistencia tenaz de
comunidades alejadas que parecen gritar en el desierto; esos jóvenes que
marchan por las calles ¿qué nos dicen?
En 1994 en México el levantamiento de los indígenas del estado de
Chiapas dieron la voz de alarma ante la aplastante andanada de políticas
neoliberales que amenazaban una vez más con destruir su mundo. Ellos estaban
ahí desde hacía siglos enteros, sobreviviendo siempre al margen de sistemas
económicos y políticos impuestos desde perspectivas ajenas a la suya. Y no
buscaban sino que se les tomara en cuenta y que el Estado cumpliera con sus
obligaciones. Por un instante, la comunidad internacional los miró con
extrañeza y oyó sus quejas. Pero al poco tiempo, ese mundo indígena volvió al
silencio. Tal vez esperan, como según lo dicen sus tradiciones, que haya un
cambio o una transformación de la conciencia, una nueva era en donde ellos y
todos los grupos originarios que viven entre nosotros, recobren la voz que
perdieron injustamente hace más de 500 años.
Por lo tanto, no está de más mirar hacia el pasado y recordar
nuestra historia para tratar de dilucidar esta difícil cuestión que nos
persigue desde entonces ¿quiénes somos? Pero sobre todo, ¿quiénes queremos ser?
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