jueves, 11 de octubre de 2012

La Puerta de la Paz Celestial (por Juan Diego Soler)




“Larga vida a la República Popular de la China”. “Larga vida a la Gran Unidad de las Gentes del Mundo”. Esa es la traducción de los caracteres en los muros a cada uno de los lados del retrato de Mao Zedong en la gran Puerta de la Paz Celestial en el corazón de Beijing.

Ante la mirada del retrato de Mao se extiende la Plaza Tiananmen. No hay tanques, tampoco hay estudiantes, pero la niebla es la misma que lava en gris las imágenes del estudiante impidiendo el paso de la columna de tanques durante las protestas de 1989. Me siento como un punto en medio del Universo ante la inmensidad de la plaza. Esta impresión es amplificada cuando me acerco a los edificios que flanquean la plaza y descubro que son inmensas moles de concreto con enormes escalinatas. 

En medio de la plaza se alza el obelisco a los Héroes Populares y al sur está el gran mausoleo de Mao Zedong donde se conserva el cuerpo preservado del bibliotecario que se convirtió en uno de los dirigentes más importantes y poderosos del siglo XX. La presencia física de Mao es aún poderosa. El retrato de Mao esta en todos los billetes, en los muros, en las mochilas, en los cuadernos y los llaveros que venden en las tiendas de recuerdos. Mi fascinación por ver frente a frente a Mao Zedong es enorme pero no tanto como la multitud de turistas que vienen de toda China a verle y que forma una fila que por su organización y movilidad me recuerda las filas para sacar el pasado judicial en el edificio del DAS.

Atravesando la puerta con el retrato de Mao y cruzando patios llenos de grupos de turistas exhaustos, llego directamente a la puerta del Meridiano que marca la entrada a la Ciudad Prohibida. La Ciudad Prohibida de Beijing es el complejo de palacios construidos unos 100 años antes del descubrimiento de América en donde el Emperador de China tuvo su residencia terrenal hasta 1924 y se llama así porque hacia falta el permiso del emperador para entrar o salir, lo cual la hacía prácticamente prohibida . 

No hacen falta mis palabras para describir lo que Bertolucci inmortalizó en las imágenes de El Último Emperador: esta tarde caminé en una fortaleza construida para ser la residencia de un dios en la tierra mientras afueras los problemas terrenales no daban espera. Aún hoy la Ciudad Prohibida es una isla en el tiempo y el espacio. Desde la colina que permite ver todo Beijing -cuando la niebla da una tregua- veo los techos dorados y los muros púrpura en medio del mar de edificios grises, avenidas congestionadas y aceras donde ejércitos de peatones a esta hora del día deben estar regresando a casa luego del trabajo.

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