“Larga vida a la República Popular de la
China”. “Larga vida a la Gran Unidad de las Gentes del Mundo”. Esa es la
traducción de los caracteres en los muros a cada uno de los lados del retrato
de Mao Zedong en la gran Puerta de la Paz Celestial en el corazón de
Beijing.
Ante la mirada del
retrato de Mao se extiende la Plaza Tiananmen. No hay tanques, tampoco
hay estudiantes, pero la niebla es la misma que lava en gris las imágenes
del estudiante impidiendo el paso de la columna de tanques durante las
protestas de 1989. Me siento como un punto en medio del Universo ante la
inmensidad de la plaza. Esta impresión es amplificada cuando me acerco a los
edificios que flanquean la plaza y descubro que son inmensas moles de
concreto con enormes escalinatas.
En medio de la
plaza se alza el obelisco a los Héroes Populares y al sur está el gran mausoleo
de Mao Zedong donde se conserva el cuerpo preservado del bibliotecario que
se convirtió en uno de los dirigentes más importantes y poderosos del
siglo XX. La presencia física de Mao es aún poderosa. El retrato de Mao
esta en todos los billetes, en los muros, en las mochilas, en los cuadernos y
los llaveros que venden en las tiendas de recuerdos. Mi fascinación por ver
frente a frente a Mao Zedong es enorme pero no tanto como la multitud de
turistas que vienen de toda China a verle y que forma una fila que por su
organización y movilidad me recuerda las filas para sacar el pasado judicial en
el edificio del DAS.
Atravesando la
puerta con el retrato de Mao y cruzando patios llenos de grupos de turistas
exhaustos, llego directamente a la puerta del Meridiano que marca la
entrada a la Ciudad Prohibida. La Ciudad Prohibida de Beijing es el
complejo de palacios construidos unos 100 años antes del descubrimiento
de América en donde el Emperador de China tuvo su residencia terrenal
hasta 1924 y se llama así porque hacia falta el permiso del emperador para
entrar o salir, lo cual la hacía prácticamente prohibida .
No hacen falta mis
palabras para describir lo que Bertolucci inmortalizó en las imágenes de El
Último Emperador: esta tarde caminé en una fortaleza construida para ser
la residencia de un dios en la tierra mientras afueras los problemas
terrenales no daban espera. Aún hoy la Ciudad Prohibida es una isla en el
tiempo y el espacio. Desde la colina que permite ver todo Beijing -cuando la
niebla da una tregua- veo los techos dorados y los muros púrpura en medio
del mar de edificios grises, avenidas congestionadas y aceras donde
ejércitos de peatones a esta hora del día deben estar regresando a casa luego
del trabajo.
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